“La Balsa” de Los Gatos: 58 años surcando las aguas del rock argentino
Del sótano de La Perla a las playlists globales, el himno de Nebbia y Tanguito sigue encendiendo la mecha generacional.
Pocas canciones han sacudido un país como lo hizo “La Balsa” de Los Gatos aquel 3 de julio de 1967. Con apenas dos minutos y medio, Litto Nebbia y Tanguito detonaron el primer gran estallido del rock argentino: ese single vendió más que los Beatles y los Rolling Stones en la Argentina de los 60, y cincuenta y ocho años después continúa sumando reproducciones como si el motor de la balsa jamás se apagara.
El estallido no vino de la nada. Los Gatos eran, en esencia, la evolución de otra banda pionera, Los Gatos Salvajes. Su formación más legendaria se consolidó como un quinteto: a la dupla creativa de Litto Nebbia y Ciro Fogliatta se sumaron Kay Galifi en la guitarra, Alfredo Toth en el bajo y un joven Oscar Moro en la batería. Con el respaldo de RCA Records, este grupo entró a grabar “La Balsa”, la ya mítica composición de Nebbia en coautoría con Tanguito. El resultado fue un éxito sin precedentes: el sencillo despachó cerca de doscientas mil copias, convirtiéndose en el acta de nacimiento oficial del rock argentino.
La leyenda nació una madrugada del 2 de mayo en el bar La Perla del Once, cuando Tanguito garabateó “Estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda” y Nebbia pulió la melodía. Al día siguiente, los pioneros del under porteño—Moris, Pajarito Zaguri, Manal—ya tarareaban el estribillo. Pero la discográfica relegó el tema al lado B; los Gatos deambulaban por las radios rogando un pase. Bastó que sonara una vez para que los teléfonos explotaran: los jóvenes habían encontrado su contraseña para huir de los moldes.
“La Balsa” hacia la locura
La letra describe a un pibe que se siente «muy solo y triste» en un mundo que percibe desolado; anhela llegar «al lugar que yo más quiera» y, ante la imposibilidad de caminar hasta allí, decide construir su propia balsa. Ya terminada, promete zarpar «hacia la locura» y dejarse «naufragar». Con los años se insinuó que la canción escondía un guiño al uso de drogas, algo verosímil si recordamos que, en la Buenos Aires de los sesenta, las anfetaminas eran casi la única sustancia accesible para estudiantes y rockeros. Un año después de escribir el tema, Tanguito desarrolló una adicción que quebró su salud y su obra. Luis Alberto Spinetta lo resumió así: “Tanguito es un compositor maravilloso, cuya única desgracia fueron las malas compañías que lo llevaron a las drogas hasta que éstas lo aniquilaron”.
Más allá de las fronteras argentinas, la canción cruzó el Caribe y en 1968 fue versionada en Venezuela por la agrupación soul-pop Las Cuatro Monedas, primer guiño internacional de un tema que hoy acumula 89 reinterpretaciones: desde Miguel Abuelo hasta Fito Páez. Según TN y datos de Spotify, “La balsa” ya supera los 10 millones de streams y sigue sumando; la plataforma recuerda que en 1967 el single fue “un golpe fulminante que sentó las bases de la industria local”. Cada cover confirma su vigencia: la melodía admite psicodelia, folk o electropop sin perder la brújula.
Más que una reliquia, “La Balsa” de los argentinos Los Gatos es un manifiesto eterno: una invitación a construir una barca utópica con la que remar lejos de la inercia. Tal vez por eso sigue conquistando oídos nacidos décadas después; porque en un mundo cada vez más estandarizado, la idea de “irse a naufragar” sigue siendo profundamente subversiva. Que la balsa navegue otros 58 años.
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