Del hit parade a la eternidad: Murió Jorge Chapellín, la legendaria voz de Los 007

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Del hit parade a la eternidad: Murió Jorge Chapellín, la legendaria voz de Los 007

La voz de “El Último Beso” se apaga a dos días de cumplir 79 años, dejando un legado que une minifaldas, telenovela y revolución pop en la memoria del país.

El pasado 15 de noviembre de 2025, la comunidad artística venezolana se despertó con un silencio repentino y un luto compartido: murió Jorge Chapellín, la voz icónica que definió la banda sonora de los años sesenta como líder de Los 007, a los 78 años, tras sufrir un infarto. La noticia, confirmada por figuras de la industria como la periodista Carmela Longo y el músico Nelson Armando Bautista, golpea con una ironía cruel: Chapellín partió a solo dos días de cumplir 79 años.

En ese reflejo automático se mide su verdadero peso cultural. “El Último Beso” nació como “Last Kiss”, de Wayne Cochran, pero su giro decisivo llegó en México a mediados de los sesenta, cuando el compositor Omero González escribió la letra en castellano y la llevó al estudio junto al cantante Polo y la banda Los Apson. A partir de esa matriz en español, Los 007 hicieron literalmente una versión de una versión en Venezuela, y años más tarde la canción encontraría otra vida en Perú con la lectura de Los Doltons. Desde entonces, el tema dejó de ser hace décadas un simple canción pop para convertirse en una especie de liturgia popular venezolana, el guion no oficial del duelo. Chapellín no solo interpretó un éxito: le dio al país un lenguaje emocional para atravesar la pérdida. La ironía final es brutal y perfecta: el hombre que puso en boca de todos el dolor de la despedida es ahora despedido con sus propias palabras.

Parte de la magia está en el disfraz. “El Último Beso” se vendió como rock juvenil, pero en el fondo es una especie de bolero con guitarras eléctricas: destino, amor eterno, sacrificio y piedad religiosa. Los 007, con la voz dulce y firme de Chapellín, usaron la forma del rock rebelde para colar el contenido del melodrama latinoamericano. Ese “caballo de Troya” permitió que la canción funcionara tanto para la generación de la minifalda y el “paz y amor” como para sus padres. No escandalizaba: consolaba.

El ascenso de Chapellín y Los 007 fue la banda sonora de una Venezuela que estrenaba modernidad. En plena explosión de los “grupos beat”, compartieron terreno con Los Impala, Los Darts o Los Supersónicos, mientras el país se enamoraba de la minifalda, del pop y del consumo masivo. El nombre de la banda, tomado del fenómeno global de James Bond, condensaba la época: modernidad aspiracional, glamour importado y una masculinidad impecable que convivía con baladas trágicas como “El Último Beso” o versiones de folk-protesta como “Soplando en el viento”.

Nacido el 17 de noviembre de 1946, Jorge Chapellín fundó Los 007 en 1965 con apenas 18 años. El debut “El Último Beso” (1966) vendió unas 75.000 copias, cifra descomunal para la época, y convirtió a la música joven hecha en Venezuela en un negocio serio. Un año después, “Vuelven Los 007” (1967) consolidó el fenómeno con temas como “Soplando en el viento” y “Detén la noche”. Entre las versiones se coló también su faceta autoral: “Tus ojitos pardos” demostró que no solo sabía traducir éxitos ajenos, sino escribir canciones a la altura.

Lo que rompe el molde es lo que vino después. Mucho antes de dejar Los 007, Jorge Chapellín ya había pasado por un cruce de caminos decisivo: en una entrevista contó que Billo Frómeta le propuso ser cantante de su orquesta, nada menos que como sustituto de Felipe Pirela. Para cualquier joven vocalista, eso habría sido el pasaporte directo al estrellato, pero en su casa sonó otra música: su padre “pegó el grito al cielo” y sentenció que su hijo lo que iba era a estudiar. En 1967, en la cúspide de la fama, Chapellín deja la banda para continuar sus estudios universitarios, obedeciendo ese mismo mandato familiar. En 1968 intenta una carrera solista con “Otra vez soñé”, producido por Oswaldo de la Rosa y arreglado por Raúl Fortunato, pero el disco pasa casi inadvertido. Ese aparente fracaso es el giro definitivo: se gradúa como ingeniero industrial y llega a ser vicepresidente de Fedecámaras, el corazón del establishment empresarial venezolano. El ídolo de la “música rebelde” termina encarnando la institucionalidad que el rock decía desafiar.

En los años noventa regresa al escenario con el histórico concierto de reunión de Los 007 en 1994 y se mantiene activo hasta la muerte del baterista Manolo Álvarez en 2014. En 2010 firma otra rareza deliciosa: presta su voz a los antiguos “rivales” de Los 007, Los Darts, para el álbum “Los Darts Hoy”, sellando una paz generacional donde su timbre ya no pertenece a una sola banda, sino al patrimonio del rock venezolano.

El legado de Jorge Chapellín va más allá de la nostalgia por la “época dorada”. Fue, al mismo tiempo, la voz de la modernidad pop y la del melodrama tradicional; el hombre que conectó a Dylan y los Beatles con la sensibilidad telenovelera latinoamericana. Pero sobre todo encarnó una figura rara en el rock: el anti-rockstar. No se quemó en su propio mito; eligió el estudio, la vida profesional, el liderazgo gremial y luego regresó a la música en sus propios términos. Hoy, al conocerse su partida, no cae un ídolo maldito, sino un pilar discreto de la sociedad venezolana que, durante un par de años gloriosos, fue también rey absoluto del pop. El hombre que pidió “Detén la noche” se ha ido. “El Último Beso” es, por fin, silencio.

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Este artículo es un contenido de NoEsFm

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